Monday, November 28, 2005

Ahora, nieve



Crystallization, Mark Tobey, 1944.

Cuando la nieve se funde, ¿adónde va su blancura?
(W. Shakespeare).

Friday, November 25, 2005

Otoño LII



La Sonata nº 4, op. 7 de Beethoven data de 1797 y la dedicó a una alumna suya de la que se dijo que estaba enamorado, Babette von Keglevics. Czerny dijo que correspondía a esta sonata, y no a la op. 57, el apelativo de Appassionata; B., por su parte, la llamaba Gran Sonata, y sin duda lo es, no sólo por su duración sino por otras cosas que en una escucha atenta enseguida se nota. Comienza con un allegro molto e con brio, de carácter alegre y casi exultante; le sigue un Largo, con gran espressione, que es el corazón y meollo de la sonata, en donde desarrolla una maravillosa canción instrumental de profunda elocuencia emocional, que puede darle la razón a Czerny. Luego aparece el allegro del tercer movimiento, entre el minueto y el scherzo. Finalmente, un Rondó (Poco allegretto e grazioso), que expresa alegría y brillantez, como en el primero, pero temperado por la experiencia del Largo (reaparecen células, motivos del mencionado movimiento central). Quien toca es un joven Daniel Barenboim, en una grabación de EMI de 1970, en un disco en donde aparecen otras dos sonatas de su última época, la nº 25 y la nº 28.

Tuesday, November 22, 2005

Pianos

Siguiendo con las sonatas para piano de Beethoven (pareciera que me voy a hacer el ciclo), escuché el otro día la nº 1 en Fa menor, op. 2 nº 1, que tiene todavía rasgos mozartianos, sobre todo el allegro inicial, al que le sigue un adagio sentido, luego el típico menuetto (allegretto) y el trío, para acabar con un prestissimo (estos dos últimos van seguidos, sin ningún corte). Ese movimiento final es muy gracioso y alegre, y el que lo toca es Sviatoslav Richter para el sello EMI. La grabación se realizó en la Grange de la Besnadière, en Tours en 1976, en formato cuadrafónico, es un sonido estupendo incluso cuando se escucha en un viejo tocadiscos estéreo.



Un gran contraste supone pasar a los ragtimes de Scott Joplin, en versión soberbia de Joshua Rofkin, tal vez el que mejor sabe sacar todo lo valioso de estas piezas, que han sido tan frivolizadas por otros. La grabación es de 1970, y está hecha en dos vinilos, aunque supongo que en CD ocupará sólo uno (Nonesuch). Joplin dijo que esta música no se debía tocar rápido nunca, pues hay en las piezas (rag de la hoja de arce; del gladiolo, etc.) una melancolía y sutileza que Rifkin en cambio sabe desgranar como se merece.

Frente a esto, es mejor tirar a la basura en CD de Naxos con los Preludios de Debussy por François-Joël Thiollier (escuché anoche sólo el primer cuaderno, y ya estaba bien). Casi no se pueden reconocer piezas como "la chica de los cabellos de lino", "pasos sobre la nieve" o "lo que cuenta el viento del oeste". Mala tanto la interpretación como la grabación, de 1996, cuando todavía Naxos descuidaba esta parte técnica.

Finalmente, nos vamos a los salvajes años 70, en que un joven Penderecki hacía de las suyas, tanto en música instrumental como en la vocal. Qué mejor que escuchar este disco de EMI, interpretado por la Orq. Sinf. de la Radio Nacional Polaca, dirigida por él mismo, en obras como las tres últimas: Canticum Canticorum Salomonis, del año 70; De Natura Sonoris nº 2, de 1971; y El sueño de Jacob, de 1974. Obras en donde el aliento de otros planetas parece soplar con fuerza, en donde las voces son fantasmales y el ruido, más que la música, es lo que domina.

Friday, November 18, 2005

Otoño XL



Y sigo con las sonatas para piano de Beethoven, pero cambio de intérprete, esta vez el gran pianista Alfred Brendel, de una grabación en vivo tomada en Milán el 31 de agosto de 1978. Primero escucho la Appasionata, que ya es como si la hubiera escuchado siempre; y luego, la Aurora, cuyo primer movimiento es casi un calco de "El Retorno" de la sonata Los Adioses; a continuación, un andante en donde se demuestra una vez más la sutileza del músico austríaco, para acabar con un allegro que se torna prestísimo al final. Música para soñar despierto...

Y George Benjamin llega a Madrid invitado por Josep Pons, segunda Carta Blanca de la nueva época de la ONE, y yo no podré estar allí, mierda. Habrá música de cámara poco conocida, música orquestal de la buena, y hasta coral, y por no faltar, ni la película, el clásico de Murnau, en el Filmoteca, el miércoles que viene. Y el 22 es Santa Cecilia, patrona de la música. Y me falta la música, no estos sucedáneos...

Sólo pienso en los que no tienen hogar, los sin hogar, a los que queman, y no pasa nada, como leo de una sentencia en Barcelona. Y al Madriles le quemaron su tienda y él muestra sus heridas, y nadie sabe nada tampoco. Cada vez más gente en la calle, y más jóvenes. Se estrena una película que habla de malas rachas, malas temporadas. La vida entera puede er una Mala Temporada, salvo por algunas fases de "felicidad", que si es sólo placer, es efímero, no dura nada, y la felicidad es otra cosa, es la búsqueda, nunca su consecución.

Ahora sólo pienso en Barcelona, y en los días que pasaré allí...

Wednesday, November 16, 2005

Más Beethoven



Sigo con la escucha de las sonatas para piano. La nº 8, op. 13 es conocida como Patética, nombre que le dio el propio B., pero que conviene más que nada al primer movimiento (grave-allegro di molto e con brio), al que le sigue un adagio cantabile y luego acaba con un rondó: allegro un poco académico. Suele ser una pieza que se escucha sobre todo por el referido movimiento, aunque en los otros también hay un poco ese clima sombrío.

Luego viene la nº 17, op. 31 nº 2, La Tempestad, dividida también en tres movimientos: largo--allegro; adagio y allegretto. Tensión de los contrastes. Tranquilidad antes de la tempestad. Tanto el primer como el segundo movimiento se inician con un acorde arpegiado. Al final, sólo el mar, con su eterno rumor, tiene la palabra.

Acabo con la nº 26, op. 81, Los Adioses, que tiene casi naturaleza programática, con sus títulos para cada una de las secciones: Los Adioses (adagio--allegro); La Ausencia (andante espressivo) y El Retorno (vivacissimamente), un momento delicioso, con su melodía recurrente y casi avasalladora, que expresa el sonoro júbilo del reencuentro. Contra lo que parecía esperar, no está dedicada a la "amada inmortal" sino al archiduque Rodolfo.

Y mi ánimo sigue sombrío, nada sale como espero, y entonces pienso que escuchando esta música, en donde se mezcla la pequeña alegría con las tormentas de la desesperación, podré relajarme un poco, abandonarme a ese sordo rumor. Pero es tan difícil...

Tuesday, November 15, 2005

Otoño XXV

Llueve, no para de llover, y cuando llueve aquí, es muy asqueroso, porque la lluvia aquí, más que embellecer el ambiente, lo empuerca, lo pone perdido, es como si no sucediera más que para fastidiar, y la gente no se atreve a salir a la calle, por miedo a mojarse, como si la lluvia fuera un ácido productor de estigmas o algo parecido.



Escucho las sonatas de Beethoven, sus sonatas para piano en la interpretación de Wilhelm Kempff, en la grabación de DG de 1965, hace ya tanto tiempo... En primer lugar, la nº 23, op. 57, Appassionata, dividida en tres partes: allegro assai, andante con moto y allegro ma non troppo-Presto, estos dos últimos movimientos sin solución de continuidad. Luego, hoy en la mañana, pongo la nº 14, op. 27 nº 2, la famosa Claro de luna, que tanto han usado en películas, algunas veces de forma acertada y otras no tanto. El adagio sostenuto dura seis minutos, y tiene todo el pathos que luego sería la marca de la casa, su estilo más depurado; luego el breve allegretto, de apenas dos minutos veinte segundos, y acto seguido un presto agitato, más de cinco minutos, otro cambio brusco, que aquí se toca con una velocidad casi endiablada. Esta sonata breve aparece en un sólo corte, como lanzada al vacío, en un día como hoy, abandonado por completo a las influencias.

Y en TV veo de nuevo al Padre Fortea, ese exorcista mediático, ahora presentando una película sobre posesiones infernales, que dice que es bastante ajustada a la realidad. Creo en el Demonio, ese tentador, ese seductor cínico que ahora triunfa por todo lo alto. Creo en el Mal, que vive sobre todo en reuniones masivas como esa fiesta del Caribe celebrada el sábado en La Cubierta de Leganés (Madrid) --hasta el nombre del sitio me suena demoníaco--, en donde la masa se mueve al ritmo lascivo de reggaeton, perreo o como se llamen esos bailes de gentuza. Porque sí, tenían razón al decir, hace décadas, que ciertos discos, ciertas canciones, escuchadas al revés, daban mensajes del Demonio. El Demonio en el Caribe, el Demonio en Leganés.

Días sombríos. Hay que ponerse a cubierto.

Tuesday, November 08, 2005

Flaubert II




Así como en aquella obra Barnes nos contaba una historia del mundo en diez capítulos y medio a través de barcos famosos, embarcaciones que se hundieron o que incluso vagaron por el espacio, con sus tripulaciones perdidas o devoradas, en este libro tan divertido sobre el genio francés dedica un capítulo su narrador a contarnos el particular bestiario de F. Él mismo se consideraba un oso, y lo hacía notar en sus cartas. A veces también un camello. Lo del loro, se vuelve a realizar un repaso a sus apariciones, reales o ficticias. Pero lo más divertido es el final sobre los perros, clasificados por románticos, prácticos y hasta ahogados y fantasmales, en un final desternillante dentro de una atmósfera siniestra. Y lo que al principio se terminaba con la muletilla, "del perro no se tienen noticias", se acaba con algo más oscuro: "de la verdad nada se sabe", lo que, en otra vuelta de tuerca a sus obsesiones, conecta con sus dos obras más personales, Hablando del asunto y Amor, etcétera, cuyo tema es la verdad y la mentira, la imposibilidad de contar las cosas como sucedieron, pues cada interlocutor da su versión, el tiempo ha pasado, y tenemos lo que cada cual quiere contar. ¿A quién creer en esa historia del viaje a Grecia, a Maxime Du Camp, su gran amigo, o lo que F. mismo anotó en su Diario?

Pero es que el capítulo anterior sobre el encuentro con un profesor americano expulsado de la universidad, que dice tener la correspondencia entre F. y su amante Juliet Herbert, es decididamente el mejor, el que está más en la onda barnesiana, por su mezcla de sentimentalidad, amor/odio entre los dos países, y cómo la ruindad de alguna gente puede amargarte lentamente. Cuando nuestro hombre ya se esperaba el gran libro sobre un amor secreto, el otro le pincha el globo de su ilusión de la manera más burda.

¿Y qué decir del capítulo segundo, con esas tres cronologías, una "ortodoxa", de triunfos, la otra de fracasos y bañada en la muerte, y la tercera compuesta por las sentencias a que tan aficionado era F., aderezadas con la reina metáfora, que lo sacudía sin remedio? Creo que no hay más que decir, sigamos leyendo, entre anécdotas casi banales y palabras y hechos que tal vez se olviden muy pronto, para quedarnos de nuevo con lo que de verdad importa. Esta biografía es cualquier cosa, menos una biografía de las que ahora tanto abundan.

When Flaubert Took Wing

Monday, November 07, 2005

Flaubert



Lo del loro de Flaubert, que así se llama la novela-ensayo-cosa no etiquetable de Julian Barnes, está en la obra de GF llamada Un coeur simple, y ahí el loro que acompaña a la desgraciada protagonista se llama Loulou, un nombre no especcialmente gracioso, y menos para un loro, aunque peor es que una muñeca hinchable se llame Caracas, ¿no? Recuerdo que vi una vez una película maravillosa con Emanuelle Béart titulada Un corazón en invierno, basada precisamente en esta obra del francés, aunque muy libremente. Recuerdo que esa película me emocionó bastante, no sólo por la conmovedora historia de amor, tan poco usual, la belleza de la actriz entre dos hombres (también estupendos los actores), sino claro está, por la música, la de Ravel, con dos piezas de cámara que el gran público a lo mejor no conoce: el Trío para violín, violoncello y piano, y las Sonatas, para piano y violín y para vc. y p. A mí me gustan mucho las tres, tal vez más la primera que las otras. Bueno, y todo esto a cuenta de la obra de Barnes, que es el afrancesado por antonomasia de las letras inglesas, y el que mejor podía acercarse a este escritor que no quería que ninguna biografía no estudio sobre su vida le quitara protagonismo a sus obras escritas, lo único válido suyo. Pero eso es justo lo que hace el narrador de esta historia, ir a Rouen y averiguar sobre el terreno los por qués, pasear por los lugares, recordar de paso cuando estuvo allí en 1944, hace ya cuarenta años. Y todo esto se verá que no es más que una obsesión para librarse de otra tragedia, la muerte no superada de su mujer. En fin, he comenzado apenas, así que otro día seguiremos.

P.S. Pues no, la película de Claude Sautet se basaba en una historia breve de Lermontov, un romántico ruso del que no he leído nada. De él también me gustó mucho Nelly el el Sr. Arnaud, también con la Béart.