Wednesday, February 13, 2008

El único consuelo, la única belleza

Fuera de la música, todo, incluso la soledad y el éxtasis, es mentira. Ella es justamente ambos, pero mejorados. (Emile Cioran, Ese maldito yo, trad. Rafael Panizo).

Cuando me canse de todo, cuando mis piernas ya no me sostengan, cuando me quede encerrado en mi habitación y ya nada me importe ni nada me mueva, cuando no tenga ganas de comer ni ganas de pensar siquiera, cuando vea luces extrañas y las noches sean todas blancas, todavía entonces tendré ganas de escuchar música, de sentirla, de extrañarme a través de ella, ella pasando a través de mí, hacia regiones más luminosas. Los vértigos con sentido, las notas descendentes, las cimas tenebrosas y todos sus terrores, los espantos y las dudas, todo acumulado en la música estática y hermosísima de Morton Feldman, en los paisajes melancólicos de John Cage, en el dolor soportado de Schubert, que sabe que llega el final y no deja de cantar, no deja de subir hasta el lugar sin tiempo...

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