Tuesday, November 08, 2005

Flaubert II




Así como en aquella obra Barnes nos contaba una historia del mundo en diez capítulos y medio a través de barcos famosos, embarcaciones que se hundieron o que incluso vagaron por el espacio, con sus tripulaciones perdidas o devoradas, en este libro tan divertido sobre el genio francés dedica un capítulo su narrador a contarnos el particular bestiario de F. Él mismo se consideraba un oso, y lo hacía notar en sus cartas. A veces también un camello. Lo del loro, se vuelve a realizar un repaso a sus apariciones, reales o ficticias. Pero lo más divertido es el final sobre los perros, clasificados por románticos, prácticos y hasta ahogados y fantasmales, en un final desternillante dentro de una atmósfera siniestra. Y lo que al principio se terminaba con la muletilla, "del perro no se tienen noticias", se acaba con algo más oscuro: "de la verdad nada se sabe", lo que, en otra vuelta de tuerca a sus obsesiones, conecta con sus dos obras más personales, Hablando del asunto y Amor, etcétera, cuyo tema es la verdad y la mentira, la imposibilidad de contar las cosas como sucedieron, pues cada interlocutor da su versión, el tiempo ha pasado, y tenemos lo que cada cual quiere contar. ¿A quién creer en esa historia del viaje a Grecia, a Maxime Du Camp, su gran amigo, o lo que F. mismo anotó en su Diario?

Pero es que el capítulo anterior sobre el encuentro con un profesor americano expulsado de la universidad, que dice tener la correspondencia entre F. y su amante Juliet Herbert, es decididamente el mejor, el que está más en la onda barnesiana, por su mezcla de sentimentalidad, amor/odio entre los dos países, y cómo la ruindad de alguna gente puede amargarte lentamente. Cuando nuestro hombre ya se esperaba el gran libro sobre un amor secreto, el otro le pincha el globo de su ilusión de la manera más burda.

¿Y qué decir del capítulo segundo, con esas tres cronologías, una "ortodoxa", de triunfos, la otra de fracasos y bañada en la muerte, y la tercera compuesta por las sentencias a que tan aficionado era F., aderezadas con la reina metáfora, que lo sacudía sin remedio? Creo que no hay más que decir, sigamos leyendo, entre anécdotas casi banales y palabras y hechos que tal vez se olviden muy pronto, para quedarnos de nuevo con lo que de verdad importa. Esta biografía es cualquier cosa, menos una biografía de las que ahora tanto abundan.

When Flaubert Took Wing