Saturday, February 12, 2005

El poder del canto

Buscando material sobre Deleuze, encontré el testimonio de una mujer, brasileña de origen, convertida luego en parisina, y que decidió regresar a su país natal después de comprobar que había recuperado la versatilidad, que se resquebrajaba su armazón de yeso, como dice con una metáfora buenísima. En esta historia, mi admirado filósofo aparece como esquizoanalista, en lugar de Guattari, el que realmente lo era. Y la música, su vibración, el poder del canto, aparece como la sanadora y la reveladora de fuerzas que están ahí, más allá del dolor y los silencios impuestos por los microfascismos.

Anoche precisamente vi un reportaje sobre Brasil, el Brasil de Lula, que sigue siendo el país con más desigualdades del mundo, ejemplificadas en la ciudad de Sao Paulo, en donde imponentes rascacielos se alzan al lado, delante, de favelas miserables en donde se hacinan los pobres. En este país de samba, futbolistas, conocidos pilotos de F-1 y alguna que otra modelo, la verdadera realidad, la estrella de la fiesta, es la miseria, el no tener ni para lo más básico; aquí el lema todavía no es Tolerancia Cero, sino Hambre Cero. En Brasil, una mínima parte de ricachones alberga el 42 % de la riqueza. Da asco ver a los emergentes, a los nuevos ricos, tan blancos y en confort, europeizados o con Master en USA, y luego a esa gente oscura en sus ratoneras, o cargando con carros lo que pillan aquí y allá. Al parecer, la salvación es la música, el tamboreo patrocinado por un famoso músico, y que otro ha hecho documental; o sumergirse en proyectos, todo es precario, al final va a tener razón Houellebecq en una de sus novelas, Brasil es un país de mierda.

Friday, February 04, 2005

Verano



Pues sí, ha florecido, la luz ha entrado a raudales, y eso en el mejor de los momentos, cuando el frío se apodera de nuestros miembros y amenaza con encogerlos. Para eso, viene la flor más rabiosa, el sonido más brillante. Un vinilo deslumbrante, del sello Columbia, año 1958, realmente alta fidelidad. El disco más bueno, en calidad técnica, que he escuchado en mucho, muchísimo tiempo. Leonard Bernstein al piano, junto a la Columbia Symphony Orchestra, en Rhapsody in Blue de su compatriota Gershwin. Todo suena perfecto, los aires jazzy, los metales, ¡esa trompeta! Y en la otra obra que se empareja con ella, An american in Paris, el brillo es si cabe más intenso, la New York Philharmonic en su gloria bajo la dirección de su maestro más querido, el que brindara las mejores interpretaciones de la música de su país. Escucho esto y es como si estuviera en el centro de la sala, rodeado por los reflejos dorados y la oscuridad circundante, en el centro del paraíso. En estos tiempos que corren, donde todo ha sido invadido por el ruido de los motores, el pandemónium cotidiano, no hay más templos que las salas de conciertos, los auditorios, los teatros, las iglesias del presente. Fuera, puede explotar el mundo. En este bosque de sones, de silencios apenas apagados, me siento y escucho, alerta, en la brisa de verano, imaginaria.

Tuesday, February 01, 2005

En la escucha



Una maravilla. Claro que yo escuché el vinilo, con una portada diferente, en donde aparece un icono albanés un tanto tenebroso (algo de descenso a los limbos), pero la grabación es la misma. Me gustó más la Missa Brevis, aunque el Te Deum tiene también su encanto. Para rizar el rizo, el disco fue fabricado en Francia, lo pillé del Rastro de los domingos, en un puesto de franceses. Música de este estilo (un poco religioso todo) junto con los más conocidos cantautores galos.

Budapest, qué ciudad deliciosa. Partida en dos..., Buda es algo! Pasear por sus callejuelas en un atardecer de verano. Ver a lo lejos el edificio del Parlamento. También el famoso balneario. Budapest, allá por 1996, ya convertida en capital europea de la pornografía. Nunca he visto tantos letreros y carteles con anuncios de este tipo, ni mujeres más turbias...