Tuesday, August 14, 2007

Ausencia

Dedicado a las niñas que se pierden

LADRADA DEL AFILADOR (Javier Corcobado)

Hemorragia bonita de tierna chiquita,
tumbada en la nieve, perdida en el monte,
almendras en los brazos, en los brazos.
Miguel Ángel era el afilador de los pueblos de la ribera del Jotador.
En Varenda lo acusaron de robar tres ovejas el día de San Adán,
para dar de comer al lobo que tenía encerrado en su caserón.
Maldita madera del caserón que la iglesia abandonó.
Miguel Ángel era el afilador, herencia que su padre le dejó,
no era un ladrón, mimaba las hachas los cuchillos y navajas,
hoces y flechas de amor, entre el humo de la leña bandera de chimeneas
espíritu de las calles donde la gente imitaba amargada ademanes de ciudad.
Hemorragia bonita de tierna chiquita,
tostada por el sol, perdida en el monte,
aceitunas en los brazos, en los brazos.
Blandían la muerte con amenazas de sogas y ancianas escopetas de caza,
allí donde la justicia era tomada por cualquier encallecida mano.
Vino de invierno, noche sin luna.
Miguel Ángel despertó ardiendo en su colchón con el infierno alrededor
agarrándole los ojos a la vida de un salto se puso en pie
y apagándose su arder con el saco que era su manta
corrió despavorido hacia la oscura habitación donde aullaba su idiota hermano
al que por lobo tomaban, los aullidos en gritos se tornaban
y la puerta dilatada quedó atascada Miguel Ángel golpeaba, golpeaba, golpeaba,
mientras iban creciendo las voces de las llamas, madera endemoniada.
Al final casi en ascuas la puerta derribó
y allí Miguel Ángel halló la viga roja de la ira
que partió a su hermano en dos.
Humo de huesos y de negras esperanzas
empujado por aquel frío viento de febrero
que hasta el ultimo pilar de aquella gigante pira derrumbó.
Hemorragia bonita de tierna chiquita,
mojada por la lluvia, perdida en el monte,
uvas en los brazos, en los brazos.
Las gentes de la rivera olvidaron al afilador,
un embrujo del silencio de sus mentes lo arrancó
y ya nunca nadie supo que significaba "afilador".
Era primavera y las niñas celebrando su comunión
cantaban en amapolas empapadas de candor,
esa tarde la hija de Amos Brenan en el monte desapareció
entre valses de abejas y amores de colores.
A la mañana siguiente la encontraron, piel de ángel desgarrada
entre el blanco raso de su encarnación.
Hemorragia bonita de tierna chiquita,
bajo el cielo azul, perdida en el monte,
mariposas en los brazos, en los brazos.
Miguel Ángel era el afilador,
en el techo de su cueva casi en el centro de la tierra
hay pintadas con yeso estrellas y en un rincón dormida su bicicleta,
las paredes se iluminan con el llanto de una vela reflejo de bellos filos,
hojas que no caen en otoño y la rueda de esmeril afilando allí sus sueños
y desde hace ya cien meses allá escondido vive
y una niña que se pierde en cada estación del año
y una niña que no vuelve en cada estación del año.
Esta es la ladrada de Miguel Ángel el afilador,
yo la ladro como un perro,
las noches de San Adán entre suspiros de tormenta
cuando la lejana flauta suena, flauta del afilador.
No vayas chiquita al monte que allá los cuchillos vuelan,
recuerdos en tinieblas y bonitas piernas.

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