Tuesday, November 15, 2005

Otoño XXV

Llueve, no para de llover, y cuando llueve aquí, es muy asqueroso, porque la lluvia aquí, más que embellecer el ambiente, lo empuerca, lo pone perdido, es como si no sucediera más que para fastidiar, y la gente no se atreve a salir a la calle, por miedo a mojarse, como si la lluvia fuera un ácido productor de estigmas o algo parecido.



Escucho las sonatas de Beethoven, sus sonatas para piano en la interpretación de Wilhelm Kempff, en la grabación de DG de 1965, hace ya tanto tiempo... En primer lugar, la nº 23, op. 57, Appassionata, dividida en tres partes: allegro assai, andante con moto y allegro ma non troppo-Presto, estos dos últimos movimientos sin solución de continuidad. Luego, hoy en la mañana, pongo la nº 14, op. 27 nº 2, la famosa Claro de luna, que tanto han usado en películas, algunas veces de forma acertada y otras no tanto. El adagio sostenuto dura seis minutos, y tiene todo el pathos que luego sería la marca de la casa, su estilo más depurado; luego el breve allegretto, de apenas dos minutos veinte segundos, y acto seguido un presto agitato, más de cinco minutos, otro cambio brusco, que aquí se toca con una velocidad casi endiablada. Esta sonata breve aparece en un sólo corte, como lanzada al vacío, en un día como hoy, abandonado por completo a las influencias.

Y en TV veo de nuevo al Padre Fortea, ese exorcista mediático, ahora presentando una película sobre posesiones infernales, que dice que es bastante ajustada a la realidad. Creo en el Demonio, ese tentador, ese seductor cínico que ahora triunfa por todo lo alto. Creo en el Mal, que vive sobre todo en reuniones masivas como esa fiesta del Caribe celebrada el sábado en La Cubierta de Leganés (Madrid) --hasta el nombre del sitio me suena demoníaco--, en donde la masa se mueve al ritmo lascivo de reggaeton, perreo o como se llamen esos bailes de gentuza. Porque sí, tenían razón al decir, hace décadas, que ciertos discos, ciertas canciones, escuchadas al revés, daban mensajes del Demonio. El Demonio en el Caribe, el Demonio en Leganés.

Días sombríos. Hay que ponerse a cubierto.