Wednesday, February 06, 2008

Hazte un porno

Esto es más o menos lo que le debió de decir el librero de California a Henry Miller, cuando se pasó por el negocio a principios de los años 40 del pasado siglo: que le escribiera textos pornográficos, a dólar la página, y que a cambio él se quedaría con los derechos que reportasen los escritos, que al final se convirtió en libro, este libro, Opus pistorum (Círculo de Lectores, 1991).

La novela, si es que así puede llamarse, es una cosa sucia, una basura porno, cómo no: Miller no coloca pasajes existencialistas como en Trópico de Cáncer, no pone un sexo reflexivo sino que va directamente al asunto, al grano (¡nunca mejor dicho!, el título quiere decir "trabajo de molinero"). Lo único que lo salva es el uso de términos vulgares (chumino, cipote, lefa, etc.), se tuvo que divertir mucho Carlos Manzano, el traductor. Es una novela cómica, la cita inicial de los Cuentos de Canterbury es muy adecuada.

Lo que le gusta a Miller es el incesto, las podridas relaciones paternofiliales: la niña de trece años con el padre asqueroso, el narrador y una puta de testigos, en la primera secuencia; luego que si madre e hija, el hijo también se la folla..., la madre perversa que quiere que el narrador le haga lo mismo que hace él con su hija... Eso de mear dentro del culo parece un poco la repera, pero Miller se divierte de lo lindo y parece decirnos que no hay límites para las asquerosidades. Miller disfruta con el más difícil todavía, un poco yendo más allá de su apatía cuando en uno de los trópicos, no recuerdo cuál, decía que si al menos las mujeres tuvieran tres tetas o dentro del coño se encontrase un tesoro, pero nada...

El problema es que no todas son putas, como decía Hernán Migoya, Todas putas, y se armó el revuelo. Hay mujeres que no lo son. Si todas fueran putas, sería más fácil todo, pero no, no todas son putas...

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