Monday, October 24, 2005

J. y H.

Así que dejé de pensar en lo deprimente del día y me puse a leer en El País Semanal que tenía a mano la crónica entusiasta de Jacinto Antón sobre Reinhardt Heydrich, ese verdugo implacable, el jefe de seguridad de las temibles SS. No sabía de él, sólo su nombre de pasada en el artículo de Amos Oz que leí en francés el viernes. Resulta que este ser repugnante era un amante de la música clásica, ya que su padre era compositor de segunda fila, y él llegó a tocar el violín más o menos bien. Es una prueba más del poder fascinante de la música, y cómo Pascal Quignard ha llegado a odiarla. Pues bien, a partir de su expulsión de la Marina, Heydrich inició sus movimientos de resentido hasta lograr un cargo especial en el teatro del Horror. Participó en la reunión Wansee, que dilucidó los planes macabros del régimen. Y de haber sobrevivido al atentado, seguro que habría sido el principal responsable de la Solución Final. Pero en mayo de 1942, unos paracaidistas checos entrenados por el Servicio Británico le tendieron una emboscada en las afueras de Praga, y ahí a los pocos días murió, de una infección generalizada. Como consecuencia de ello, se ordenó masacrar a dos poblaciones checas, Lidice y otra. También se arrasó con la iglesia en donde resistían los combatientes, casi todos murieron, y hoy día se los recuerda. Esta historia es realmente conmovedora, y como lo cuenta JA, es mucho mejor que leer toda la historiografía sobre el caso.



Como forma de celebrar el valor del pueblo checo, que resistió de forma valerosa al invasor nazi, escucho la música para piano de Janacek, en versión de Hakon Austbo: 1/10/1905, que recuerda también un incidente trágico, una música en dos secciones de verdadera magia; y Por un sendero fragoso (las dos series de piezas breves), que recuerdo que sonaba, un fragmento, al final, ese mágico final, de La insoportable levedad del ser, la película.

Friday, October 21, 2005

Allegri y otras joyas

Poulenc: Concierto para piano, en versión de Cristina Ortiz y la Orq. Sinf. Ciudad de Birmingham, dirigida por Louis Frémaux: un divertimento, escrito en 1949. Dividido en tres movimientos, se nota esa ligereza típica de una faceta del compositor francés, su manejo hábil de la familia de los vientos, ese saber utilizar los modelos clásicos para hacerlos más siglo XX, a veces casi cercanos al jazz frívolo de aquellos años. En el mismo vinilo (EMI, 1976) aparece su obra Gloria, que escucharé otro día.

Hay otro disco que es una maravilla, por la gloriosa interpretación: Los Tallis Scholars (Peter Phillips) cantan en tres obras estupendas: el Miserere de Allegri (que entusiasmó a Mozart y luego a Michael Nyman), en donde hay intervención solista que deja los pelos de punta; Vox Patris Caelestis, de Mundy; y la Missa Papae Marcelli, del gran Palestrina (ésta la escucharé otro día). Reconforta escuchar esta música de hace tiempo, que a nuestros oídos endurecidos suena a puro cielo. Y sobre todo, me gustan estos saltos temporales...

Wednesday, October 19, 2005

W



Escucho dos obras del compositor inglés William Walton, su Sinfonía nº 2 y las Variaciones sobre un tema de Hindemith, en la versión ejemplar de la Orq. de Cleveland dirigida por G. Szell (CBS, 1965). De hecho, la versión de la segunda obra fue elogiada de manera discreta, pero efectiva, por el propio compositor, que no podía imaginar una interpretación mejor. Las Variaciones se basan en los 36 primeros compases del 2º movimiento del Cello Concerto (1940) del autor alemán, y la estructura está conformada por las doce notas de la escala cromática pero dentro de un contexto tonal. Son siete variaciones en estilo hindemitiano, y con una cita de Matías el pintor, la pieza más conocida de H. Hay que decir que esta música, por lo demás, recuerda bastante a la música cinematográfica que W. cultivó a lo largo de su carrera.

En cuanto a la sinfonía, de 1960, consta de tres movimientos: un allegro molto, de gran vitalidad rítmica e incisiva; un lento assai, una cantilena de escritura melódica; y finalmente, un movimiento tripartito: passacaglia--fugato--coda-scherzando. En la passacaglia se pone de manifiesto una vez más la maestría de W. en la transformación temática: diez variaciones libres, también con esa estructura dodecafónica-tonal.

Friday, October 14, 2005

Otoño III


Los cuartetos de cuerda de Bela Bartok por el Rubin Quartet, una grabación de 2003 en la Deutschland Radio de Colonia (Brilliant Classics). Escucho el primer CD, en donde vienen tres de los seis de la integral. El nº 1, op. 7, con sus tres movimientos (lento; allegretto y allegro vivace precedido de una introd. lenta), todavía dentro de la tradición que remite sin ambages a Beethoven como modelo ideal. El nº 2, op. 17, sin embargo, es ya Bartok puro, y apunta el estilo de este ciclo: nerviosismo creativo, exploración de técnicas "nuevas", sentido del ritmo muy eficaz. Se divide en tres movimientos también (moderato, allegro y lento), en donde destaca los glisandi del segundo. El nº 4 es mi preferido del ciclo, se divide en cinco movimientos, cada uno un verdadero tour de force para los solistas y el cuarteto en su totalidad. En allegro y prestissimo con sordino aparecen unos gliss. alucinantes, eso unido a las cuerdas "apagadas" del segundo, hacen los primeros minutos un verdadero abismarse en el mundo más misterioso del húngaro. Tras el non troppo lento vienen un allegretto (con pizz. muy marcado) y un allegro molto, muy rítmico pero de métrica irregular, con claro esquema A-B-A, con un fin también pizz. muy sutil, genial.

Aunque siga prefiriendo la versión del Cuarteto Takacs (Decca), estas cuatro mujeres la verdad es que lo hacen muy bien. Otro día, la segunda parte...

Tuesday, October 04, 2005

Otoño II

Siempre es grato escuchar de nuevo la Sonata nº 2, "Concord, Mass. 1840-1860" de Charles Ives, sobre todo cuando es una versión tan contundente e impecable como la de Aloys Kontarsky, el pianista más dotado de su tiempo, cuando la vanguardia radical de los años 50 y 60 del pasado siglo. Escucho primero las dos primeras secciones, Emerson (en donde aparece al final la flauta de Theo Plümacher) y Hawthorne. Ráfagas veloces, momentos más calmos, que se suceden casi sin pausa, aunque cuando hay silencios, se hacen notar. Obsérvese cómo remata la segunda sección, con ese acorde casi agresivo, que es totalmente inesperado. En las notas de la carpeta (estoy hablando de un vinilo del sello Time Records, from USA), se habla de que la primera interpretación en público fue de Kirlpatrick, y que hasta ese momento se pensaba que era una obra intocable, por su dificultad tremenda. Fue sólo cuando la vanguardia desarrolló su serialismo integral, que se notó el avance de Ives, cuando paradójicamente su música está basada en muchos momentos en la tradición, sobre todo en canciones e himnos de sitios que conocía bien (fijémonos en un pasaje de Hawthorne, cuando aparece una melodía que ya se escucha en otras de sus obras).

También escucho otro disco con obras de Milhaud (La création du monde) y Kurt Weill (la suite de La ópera de tres peniques), en interpretación de The Contemporary Chamber Ensemble dirigido por Arthur Weisberg (Nonesuch). Dos piezas estupendas, que ya conocía muy bien de antes, incluso la de Milhaud la escuché una vez en directo, en Granada. De este sello estadounidense, el que más grabó música contemporánea por aquellos años (70), junto a New World Records, vi un montón de vinilos en el Rastro del domingo. También excelentes vinilos de jazz, ¡qué felicidad!