Saturday, February 12, 2005

El poder del canto

Buscando material sobre Deleuze, encontré el testimonio de una mujer, brasileña de origen, convertida luego en parisina, y que decidió regresar a su país natal después de comprobar que había recuperado la versatilidad, que se resquebrajaba su armazón de yeso, como dice con una metáfora buenísima. En esta historia, mi admirado filósofo aparece como esquizoanalista, en lugar de Guattari, el que realmente lo era. Y la música, su vibración, el poder del canto, aparece como la sanadora y la reveladora de fuerzas que están ahí, más allá del dolor y los silencios impuestos por los microfascismos.

Anoche precisamente vi un reportaje sobre Brasil, el Brasil de Lula, que sigue siendo el país con más desigualdades del mundo, ejemplificadas en la ciudad de Sao Paulo, en donde imponentes rascacielos se alzan al lado, delante, de favelas miserables en donde se hacinan los pobres. En este país de samba, futbolistas, conocidos pilotos de F-1 y alguna que otra modelo, la verdadera realidad, la estrella de la fiesta, es la miseria, el no tener ni para lo más básico; aquí el lema todavía no es Tolerancia Cero, sino Hambre Cero. En Brasil, una mínima parte de ricachones alberga el 42 % de la riqueza. Da asco ver a los emergentes, a los nuevos ricos, tan blancos y en confort, europeizados o con Master en USA, y luego a esa gente oscura en sus ratoneras, o cargando con carros lo que pillan aquí y allá. Al parecer, la salvación es la música, el tamboreo patrocinado por un famoso músico, y que otro ha hecho documental; o sumergirse en proyectos, todo es precario, al final va a tener razón Houellebecq en una de sus novelas, Brasil es un país de mierda.