Friday, February 04, 2005

Verano



Pues sí, ha florecido, la luz ha entrado a raudales, y eso en el mejor de los momentos, cuando el frío se apodera de nuestros miembros y amenaza con encogerlos. Para eso, viene la flor más rabiosa, el sonido más brillante. Un vinilo deslumbrante, del sello Columbia, año 1958, realmente alta fidelidad. El disco más bueno, en calidad técnica, que he escuchado en mucho, muchísimo tiempo. Leonard Bernstein al piano, junto a la Columbia Symphony Orchestra, en Rhapsody in Blue de su compatriota Gershwin. Todo suena perfecto, los aires jazzy, los metales, ¡esa trompeta! Y en la otra obra que se empareja con ella, An american in Paris, el brillo es si cabe más intenso, la New York Philharmonic en su gloria bajo la dirección de su maestro más querido, el que brindara las mejores interpretaciones de la música de su país. Escucho esto y es como si estuviera en el centro de la sala, rodeado por los reflejos dorados y la oscuridad circundante, en el centro del paraíso. En estos tiempos que corren, donde todo ha sido invadido por el ruido de los motores, el pandemónium cotidiano, no hay más templos que las salas de conciertos, los auditorios, los teatros, las iglesias del presente. Fuera, puede explotar el mundo. En este bosque de sones, de silencios apenas apagados, me siento y escucho, alerta, en la brisa de verano, imaginaria.