Tuesday, June 21, 2005

Energía IV

Un bluff: The Orchestral Tubular Bells, con The Royal Philharmonic Orchestra y Mike Oldfield a la guitarra (se lo escucha sólo en los minutos finales) y David Bedford (el autor de semejante plasto) a la dirección. Fue grabado en 1974 y salió un año después en Virgin, el sello que creó por entonces Richard Branson, hoy una estrella mediática que viaja en globo por todo el mundo... Si la música original al menos sirvió para ambientar la película El exorcista, en esta no hay ni para una burda cinta de fantasía heroica.

Algo grande: la grabación del Concierto para cello de Elgar por Jacqueline du Pré y la Philadelphia Orchestra, con Daniel Barenboim a la dirección, de tomas en vivo del 27 y 28 de noviembre de 1970. En ese concierto, en esos pentagramas, está todo el dolor y toda la dulzura de esta mujer excepcional, que nos dejó demasiado pronto: menos mal que registros como éste nos traen su espíritu. Y me acuerdo de una película basada en una novela de Graham Greene, El final del romance, en donde de forma fantasmal se me aparece esta música, aunque creo que en verdad lo que sonaba era la Sonata para cello de Kodaly, otra joya del repertorio para este instrumento.

En la cara B del disco( RCA, 1976) aparecen las Variaciones Enigma, tal vez la obra más conocida del autor, con su tema y catorce variaciones que son pequeños retratos de gente amiga. Está su mujer Alice (1) y él mismo (14, una pieza deslumbrante). Algunas son muy delicadas, como la 6, en do menor, dedicada a Isabel Fitton (Ysobel), violista; o la nº 9, Nimrod (Adagio). En este caso, es Barenboim el que conduce a la London Philharmonic Orchestra.



Entonces, yo tenía tres o cuatro años y vivía en la inocencia, aunque ya uno fuera con sus pequeñas crueldades, ahora olvidadas, como dice Pavese en una entrada de su atormentado diario.

Este calor es horrible. Faltan nueve semanas para escapar al Norte.