Thursday, June 16, 2005

Energía II

Escucho un disco de Bill Evans, Montreux II, grabado en el festival suizo el 19 de junio de 1970, es decir, hace casi 35 años. Ahí estaba el famoso pianista, junto a Eddie Gomez al contrabajo y Marty Morrell a la percusión, haciendo un repaso a temas ya conocidos en la carrera de Evans: tras la presentación, vienen las piezas Very Early, Alfie, 34 Skidoo, y en la cara B: How My Heart Sings, Israel (¡qué solo de percusión!), I Hear A Rhapsody (estupendo solo de contrabajo) y Peri's Scope, en donde todos se lucen, realmente es un tema de gran virtuosismo. El público presente se deja escuchar también, con sus aplausos, sus gritos, sus palmas, la grabación recoge este ambiente de unas dos mil personas en el Casino.



En otro LP manufacturado en USA, pero de grabación rusa, cuyo año exacto desconozco, aparecen dos conciertos para violín estupendos, el primero de Bartók y el único que escribió Paul Hindemith. De solista, David Oistrakh, inigualable, que grabó el del alemán junto a la LSO bajo la dirección del compositor siendo hoy día una referencia. El del húngaro está solo en dos movimientos, un andante sostenuto de gran delicadeza y lirismo, y un allegro giocoso más frívolo y todavía no del todo su estilo. No hay que olvidar que es esta una obra de juventud, digamos, que escribió inspirado en Stefi Geyer, una violinista de la que estaba enamorado. El concierto de Hindemith, dividido en tres partes, está dentro de la tradición, pero se encuentran en él detalles energéticos que hablan de una voz del siglo XX, es del año 1939 y se estrenó ya en Estados Unidos. Hindemith fue muy desafortunado: primero fue rechazado por los nazis, que lo acusaban de moverse hacia la izquierda, y luego fue ninguneado por la vanguardia de los años 60, por mantenerse dentro de la estructura formal y el estilo de la música tradicional, con coqueteos con cierto barroco y una tonalidad que se tenía por moribunda. Se me olvidaba: está la Orq. Sinf. de la URSS dirigida por Gennadi Roshdestvensky. Desde luego, una grabación excelente, llena de fuerza, que nos lleva a la mejor música del pasado siglo.

Y mientras escribo todo esto, en algún sitio no muy lejos, en una escuela de música, ensayan con el clarinete, escalas y más escalas, repeticiones, es la ¿música? de Philip Glass que tanto le gusta al profesor que da clase. La música que puede torturarnos de tal forma, que... ¿qué hacemos con eso?