Tuesday, May 24, 2005

Buenos Aires mi amor

El domingo pasado, en el Rastro, en un puesto de ingleses (pero que yo pensaba que serían alemanes, a juzgar por los discos que traían), conseguí algunos vinilos excelentes, yo creo que de lo mejorcito que he pillado en todo el tiempo que llevo yendo. Porque no sólo traían música clásica, y toda de autores modernos (siglo XX casi todos), sino de cantautores, pero de los buenos, de la chanson tanto francesa como griega de los buenos años que ya se fueron..., y también cosas interesantísimas de Lou Reed, Leonard Cohen, etc. Tendría que haberles comprado todo, jeje, pero claro, eso era demasiado dinero... La pena es que no vengan la semana que viene, como ya pasó con otro tío que traía excelentes grabaciones de música clásica. Sea como sea, lo que me pillé es tan bueno..., y los discos están impecables, por lo que el sonido es brillante, poderoso.



Uno de ellos es el de Milva cantando temas de Astor Piazzolla, en una grabación en directo desde el teatro "Bouffes du Nord", el 29 de septiembre de 1984 (producción alemana de Metronome Musik). Además de esta maravillosa cantante, estaban el Quinteto de Tango Contemporáneo, con el inconfundible músico argentino al bandoneón. Qué voz la de Milva, qué fuerza, qué gradaciones dinámicas, desde el susurro a la explosión de sentimiento, como requieren estas canciones inspiradas. Balada para un loco te pone los pelos de punta, y hace pensar, por el clima de surrealismo tanto en la letra como en la música, a ese tango-operita que también tengo, María de Buenos Aires, también con Horacio Ferrer en la escritura. Este autor también está presente, junto con Angela Tarenzi, en otros dos temas, Moriré en Buenos Aires y Preludio para el año 3001 (Rinascero), ambos cantados en italiano. La versatilidad de Milva, su voz de mezzo cabaretera, hacen que no sean sólo canciones, sino puro teatro, y eso el público lo sabía, y por eso aplaude a rabiar, y me gusta escuchar estos aplausos. Y qué decir del tema que abre la cara B, Adiós Nina, también con la colaboración de Ferrer..., es pura dramatización de lo que se dice, de lo que pudo pasar. También canta en francés, y muy bien, en Années de solitude, J' Oublie, Che Tango Che (un divertimento casi fonético escrito por Jean-Claude Carrière, ¿les suena?) y el Finale, "Entre Brecht et Brel" (otro bonito juego de palabras; también había algún disco de Brassens, y no sé si del genial y expresivo belga).

En otra vida, mi lugar estaba cerca de Buenos Aires, esa ciudad que sólo he visitado una vez, pero es como si hubiera estado siempre, pues era lo más parecido a la felicidad. Todos los días que allí estuve, con mi mujer de otra vida, iba a conciertos, en el Centro Cultural de La Recoleta, o en La Trastienda, o en el Teatro San Martín... Buenos Aires sí que era una fiesta, entre crisis y crisis. Escuchaba a Piazzolla y otros músicos de allá, y me encantaba ese acento porteño, esa fuerza ausente en la tibia y adocenada España. A finales de los años noventa allí sonaban los éxitos pop y rock de los años ochenta acá, bendito atraso. Calle Corrientes, avenida Nueve de Julio, el Rosedal, La Boca, Puerto Madero en construcción, Palermo, la ya mencionada Recoleta y sus árboles de troncos gigantes, y el cementerio de la Gente Importante, Suipacha para ver una de Peter Greenaway en su versión original (en un centro cultural inglés), las casas coloreadas y elegantes de San Telmo, y tantos otros rincones llenos de encanto, y tanto color, y ese tren del metro de hacía un siglo, y el Barrio Freud, y las librerías abiertas toda la noche, libros, cine, exposiciones, pizzas con mozzarella insuperable, asados, y sobre todo, la bendita música, electroacústica, del siglo XX y también la música del futuro, en aquella trastienda de mi alma, a la que ya no puedo acceder apenas, pero en la que esta voz consigue abrir una rendija, una cicatriz en el cielo herrumbroso.