Thursday, May 05, 2005

Encantamiento

Temporada de Euroradio 2004-2005. Conciertos a la carta.

Transmisión directa desde Victoria Hall. Ginebra. (Ana Vega Toscano).

WEBER: Obertura y Marcha de Turandot. ADAMS: Las danzas del presidente. WEN: Traces IV (Estreno). BARTOK: El mandarín maravilloso, Op. 19 SZ 73. Y. Guo (suo-na), Orq. Suisse Romande. Dir.: D. Russell Davies.
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Pues este era el programa que el pasado lunes se nos ofrecía desde la ciudad suiza, un programa poco usual centrado en China, desde esa obertura y marcha de Weber, para abrir los oídos, hasta esa segunda parte, más breve pero no menos intensa que la primera, con una de las obras maestras del genial Bartók. Uno nunca se cansa de escuchar esa suite del ballet sobre unos personajes estrafalarios que se dedican al negocio negro de todas las noches, que hacen lo que les parece, hasta que topan con el "chino", que parece inmortal hasta que es tocado hábilmente por un corazón podrido. La música se retuerce, vibra la ciudad en los primeros compases a un ritmo vertiginoso, también hay lagunas sucias que luchan por ser espejo de una nueva sociedad, que a su vez lucha con tradiciones e impulsos tan antiguos como el sueño... En el medio, en esa primera parte osada, llena de fuerza, unas danzas de John Adams pertenecientes a su ópera Nixon en China, que ya había escuchado antes, y que son realmente fascinantes, en su cambio constante, en su pulso arrebatador. Luego, un concierto para este intrumento oriundo de aquel país, entre la trompeta y el oboe: cierto, posee una sonoridad un tanto nasal, que puede hartarte, pero es cuestión de irse acostumbrando. El solista, de lo mejorcito que hay. Música que se mueve dentro de los cánones de aquella tradición milenaria, y que a nuestros oídos suena fascinante. Realmente, el solista tuvo que dar un bis, porque el público lo reclamaba con ganas.
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Música para dos pianos, grabación de 1970 en MfP, con John Ogdon y Brenda Lucas, en obras de Mozart, Brahms y Lutoslawski: de estos dos últimos, piezas construidas a modo de variaciones sobre un tema, el primero sobre Haydn, su op. 56 b, y el segundo sobre el famoso tema de Paganini. Cuando el músico polaco tocaba el piano en cafés para sobrevivir, no había conocido las Venecias mentales y la música era un cielo de rosas, de rosa morado, con el baile de las moscas de mayo en los claros del parque, por un sendero: no es para caminar.

Emma Kirby, que estás en las alturas, pelirroja, ángel austero de música de iglesia: Mozart, Exsultate, jubilate, Regina coelis (dos versiones), Ergo interest... Es ya una grabación digital (numérica, se decía) de 1984, con ella y los miembros de la Academy of Ancient Music dirigida por Christopher Hogwood, más dos coros, uno de ellos juvenil, en dos de las obras. Pertenece al sello L'Oiseau-Lyre, dentro de su serie historicista, con instrumentos originales, Florilegium. Ángel necesario, la voz se eleva, y de esta forma la primavera es siempre un estado súbito y duradero. En un cuadernillo interior aparecen otras portadas de otros discos protagonizados por ella. Su foto, en plenitud. Tan joven, tan ajena unos tiempos vulgares...