Saturday, July 16, 2005

Colores


En un escrito de 1982 Bruce Chatwin habla de uno de sus mejores amigos, desde hace más de veinte años, el pintor y coleccionista de arte Howard Hodgkin. Esta imagen es de su cuadro Red Bermudas. El viajero-escritor traza un retrato de su amigo y nos dice que en su pintura siempre ha estado presente el erotismo, de una u otra forma. Ese erotismo es tanto más intenso cuanto menos explícito. "Hodgkin es incapaz de empezar un cuadro sin un sujeto emocionalmente cargado, aunque su siguiente paso sea volverlo oscuro o al menos oblicuo. Pero, ¿no es todo arte erótico --como opuesto a lo meramente pornográfico? --oblicuo? La descripciones del acto sexual son tan aburridas como las descripciones del paisaje visto desde el aire --y planas mientras que la descripción de Flaubert de la habitación de Emma Bovary en un hotel de passe en Rouen, antes y después, pero no durante el acto sexual, es seguramente el pasaje más erótico de la literatura moderna" (p. 78, la trad. es mía).

Y esto me hace pensar en esa maravillosa película que vi en momentos tan especiales, Une liaison pornographique, de ambiguo título, porque los dos personajes que se encuentran en un hotel de cargada decoración (¡ese azul!) llevan a cabo sus actos sin que podamos verlos, ya que la cámara sólo los toma antes y después, pero nunca durante sus fantasías, excepto en un momento hacia el final, cuando de lo meramente azaroso se pasa a una deriva sentimental, y entonces la cosa no puede seguir... En un tiempo pornográfico como el que vivimos, en donde todo se muestra, en donde nada se deja a la imaginación, a la insinuación, y que encima nos quieren mostrar cómo el la insdustria porno por dentro (La piel vendida), que a quién puede interesarle, cuando el porno está en todas partes..., todavía hay artistas y gente que se resiste a caer en lo explícito, en la demasiado carne.