Friday, December 10, 2004

Música para el camino

Si pudiera tener su nacimiento
en los ojos la música, sería
en los tuyos. El tiempo sonaría
a tensa oscuridad, a mundo lento.

Mezclas la luz en el cristal sediento
a intensidad y amor y sombra fría.
Todavía silencio, todavía
el sonido no tiene movimiento.

Pero llega un relámpago; se anudan
en los ojos lo bello y lo potente.
La fría sombra se convierte en fuego.

La belleza y el ansia se desnudan.
La música se eleva transparente.
Oh, sonido de amor, déjame ciego.

Antonio Gamoneda, Música de cámara I, de su libro Sublevación inmóvil.
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Si la música fuese el alimento del amor. Si sólo ella nos acompañara en este camino enmarañado. Si el aliento intercambiado fuera el inicio de unos desposorios. Pero el camino es enmarañado, y nunca se sabe adónde conducen los senderos. Hay nieve, el frío como una rosal vacío de su carga, llena las manos un montón de espinas de otros inviernos, cuando había senderos. No hay más recuerdos, pero alguien no cesa de preguntar. Al despertar, el viajero se pregunta por lo que preguntaron, y no reconoce el rostro del otro, el viejo que siempre está a nuestro lado. Se yergue y se le iluminan los dedos marchitos, y es el nuevo día, como un arbusto en llamas, la tentación del camino. Si pudiera alguna vez estar cerca del ideal, y la felicidad fuera un cántaro lleno bajo las parras. Pero estás solo, y afuera el frío aprieta. Aquí la música es de escarcha y de lobos. Los músicos se quedaron en el salón de fin de año, llenos de confeti y alcohol barato en la sangre, los sonidos incrustados en las paredes y los muebles caros. Ahora sólo tienes una marea baja, el violín desafinado de un suspiro.


Paul Klee, Winterbild